lunes, 21 de enero de 2013

Del Hombre del Mañana al caballito de mar (provisional)

1. Al llegar a la última página del epílogo de From Hell, nos encontramos terminando la conversación entre los dos ancianos que veíamos en el prólogo "Los ancianos en la costa". Hemos dado un vuelta sin añadir ningún triunfo heroico. Esos hombres son el inspector de policía y el falso adivino, confesor de la reina Victoria, que en 1888 descubrieron (para ellos dos) la identidad de Jack el Destripador (sin saber que lo estaban haciendo). Esa tarea de desenmascaramiento progresivo carecía de interés para el lector, y por eso From Hell no tenía que tratar de la investigación policial sobre quién era Jack el Destripador, sino de cómo, a las puertas del siglo XX, los crímenes del Destripador no hacían sino repasar el trazo de "una espiral de dominación y violencia" (en palabras del propio Dr. Gull) que debía dar una nueva vuelta y tomar nueva velocidad en el nuevo siglo; por eso, porque no tenía interés (ni aportaba nada) hacer una nueva hipótesis sobre quién era Jack el Destripador, el lector conocía desde el principio quién iba a cometer los crímenes y cuáles eran las razones que, para la clase dominante de la Inglaterra victoriana, hacían necesaria la ejecución de las prostitutas. El thriller no era el género de melodrama que le interesaba a la pareja Eddie Campbell / Moore: otro género permitiría decir lo que iban a contar, aunque esto hiciera la obra menos accesible. Lo interesante era el acto mágico del Dr. Gull tras la máscara del Destripador, y sobre todo, cómo este acto excedía los motivos inmediatos del encargo que le había hecho la reina Victoria.

Cuando llegamos a las últimas páginas del relato, nos encontramos con una rara despedida: el falso adivino, tras recordar junto al inspector cómo llegaron a "capturar" a Jack el Destripador, le confiesa que sus "éxtasis adivinatorios" eran fingidos; y, a pesar de eso, no tiene otra cosa que decirle que ésta: "creo que va a haber otra guerra". Como el día de 1888 que  condujo a su interlocutor hasta la puerta del hombre que era Jack el Destripador, ahora, en 1928, acierta sin saberlo: unos años después de ese epílogo, Inglaterra se verá envuelta en una guerra todavía más terrible que la Gran Guerra, "la guerra que terminaría con todas las guerras", la guerra a la que también tuvo que acudir el bueno de Hugo Danner [véase El hombre que pudo ser Superman], sin poder cambiar el curso de los hechos, y por tanto, para fracasar. Es decir: que por alguna razón, la secuencia de los hechos de 1888 volvía a asomar en una guerra del siglo XX (la que sería la II Guerra Mundial) en la que la destrucción iba a alcanzar "una escala industrial", un nivel de muerte nunca antes desarrollado, y que ahora sería posible gracias a una movilización bélica al nivel de los nuevos tiempos.

Prólogo de From Hell "Los ancianos en la costa". El viejo policía y el médium de la reina Victoria vuelven sobre la cuestión obrera. Pronto tendrán que tocar el tema de los asesinatos de Whitechapel.



"Es la historia de la masonería, Netley: la historía de la civilización": éstas son las palabras del Dr. Gull (Jack el Destripador) que escucha en su agonía el pobre cochero que le había servido de cómplice y ayudante, mientras yace con la cabeza partida en dos a los pies de un obelisco, o lo que en From Hell viene a ser igual: de un símbolo del poder de la gran obra de la masonería a lo largo de "la historia de la civilización" (de la Razón). Pues, a fecha de hoy, no parece haber otra "ley del Progreso", ni parece haberse manifestado ningún otro principio de la "evolución social" que aquél que va impulsándose por medio de las guerras, en las que el papel más directo lo tienen aquellos a los que menos interesan. Y es que aquellos que no son "clase dominante" no pueden esperar otra cosa del porvenir, si es que lo dejan en manos de la "ley del Desarrollo de la Sociedad hacia las formas sociales definitivas".

¿Y de parte de quién están los héroes? ¿De los dominados? ¿De las pobres putas de Whitechapel? De ninguna manera -y pese a las mejores intenciones. El Dr. Gull no alberga dudas sobre ello: él es un héroe oculto, es decir, un héroe de verdad (como Adrian Veidt), no un héroe de folletín, que es como interesa a las clases dominantes presentar a todo héroe: por eso su tarea entraña una parte que no parece encajar en lo que nos gusta decir que es heroico, y que lo convierte en un villano (de folletín ilustrado de sucesos) a los ojos de todos. Pero, ¿y si ser el héroe (de unos) fuese también tener que ser el villano, precisamente porque se es un héroe de verdad? El jefe de la inteligencia militar es, al mismo tiempo, el Napoleón del Crimen (Moriarty) (La Liga (...) vol. I). Y es que quizás, para desempeñar con eficacia un papel, no puede dejar de asumir el otro. Sólo en la ficción más tramposa ambos papeles pueden separarse.


2. La introducción del "cambio de perspectiva sobre el acontecimiento heroico" tiene que venir por medio de un teatro marxista (si es que eso puede existir): por eso Bertol Brecht, y la reaparición de la Ópera de los Tres Peniques. Decíamos que el Navío Negro que se llevó al náufrago de Watchmen y con él a Ozimandias (Adrian Veidt) venía ya de la Ópera de Tres Peniques; pero lo menos esperado, y al mismo tiempo más pertinente, es que los propios personajes y los versos de Bertol Brecht tengan que integrarse en La Liga de los Hombres Extraordinarios: Century. Justo cuando el Navío Negro (el Nautilus) ha bombardeado uno de los muelles del Londres victoriano, un lugar donde el lumpen de la Inglaterra industrial que asoma al siglo XX se muestra en su más miserable lucha por la vida, viene la explicación necesaria: es como si se nos estuviera preguntando "¿qué otra cosa podría esperarse?". El guión de Moore retorna a unos versos de la parte final del segundo acto de la ópera de parias de Brecht:

MACHEATH: ¿Qué mantiene vivo al Hombre? El hecho de que millones son, a diario, torturados, sofocados, castigados, silenciados, oprimidos. Sólo puede el Hombre seguir vivo porque de raíz sabe olvidar que es un Hombre.

CORO: Señores: no se engañen sobre eso. El Hombre vive, únicamente, de la atrocidad.

[Traducción del original]

Hay por cierto, un chiste difícil de tragar, pero muy significativo, poco antes de la matanza del Nautilus; un chiste que nos remite directamente a la cuestión de From Hell: cuando Macheath, conocido apuñalador y chulo de putas, está a punto de ser colgado de la horca -justo como ocurre en la opereta de Brecht- por haber sido declarado culpable de los asesinatos de Whitechapel de 1888, un miembro de la nobleza inglesa se declara culpable de las muertes de las prostitutas. La liberación de MacHeath es inmediata: da lo mismo a cuántas putas haya acuchillado -ya sabemos que en los últimos días ha acuchillado a más de una. Tal es la fascinación que sigue ejerciendo el mito de Jack el Destripador: con mucha razón, un noble inglés se ha de sentir Destripador de las mujeres de Whitechapel. Pero Moore nos hace una seña: si vamos a la obra de Brecht descubrimos que el indulto final de Macheath, condenado ya a la horca, se debe a la necesidad de evitar que, en plena coronación de la reina Victoria, tenga lugar una ejecución que amenace con enturbiar el acontecimiento: es el gesto de generosidad (de la clase dominante) que confirma que la dominación seguirá adelante, por medio de las atrocidades necesarias, de una manera general. No habrá nada nuevo para las putas del guetto y sus chulos: posiblemente, en unos años habrá un continuador de la tarea de Jack el Destripador.

DR y Quinch. Una gamberrada de estos dos adolescentes pone en movimiento la historia del Hombre. "¿Qué mantiene viva a la Humanidad? No se engañen sobre ese punto: la Humanidad sobrevive cometiendo atrocidades". No parece, así, nada solemne.


Pero la enseñanza en esos versos de Brecht ("el Hombre vive de la atrocidad") es que la gran historia del Hombre, o de la Civilización, debe ser objeto de distanciamiento y cuestión, y no de reverencia: porque el hombre ha decaído, ha renunciado a su racionalidad, a su humanidad, para engañarse interesadamente y contentarse en una perpetura miseria. Para Brecht la toma de una adecuada conciencia (racional) de que la gran historia del género humano no es más que el maquillaje de una opresión de clases dominantes sobre clases dominadas es un punto de giro, motivo que basta a su teatro. El conflicto esquivado no tiene que desviarse a la lucha miserable entre los parias, en los arrabales de Londres o en las trincheras de la Gran Guerra, sino apuntar a lo que se ha querido disimular: a la explotación económica y al sometimiento de las clases dominadas a aventuras históricas que están conducidas por los intereses de la clase dominante de turno. Pero -y ahí va lo que quiero decir- para Moore, que bien podría ser también un escéptico de la gran historia del Hombre, la salida no es una revolución por venir ni una reclamación de "lo que hace al Hombre (más) hombre": el porvenir, incluso como "un mañana más humano" está ya pensado desde la lógica que le interesa abandonar. La calculada "huida hacia delante" (hacia un mañana "más racional") en que ha consistido -parece ser- toda era histórica no es, entonces, lo que propone: esa huida hacia delante que, a fin de cuentas, sigue pareciendo necesaria cuando hablamos del superhombre: primero el Homo Sapiens, luego el Homo Sapiens Sapiens, por último... ¡el Hombre de Acero, el Hombre del Mañana! Si estamos dispuestos a apostar por una suerte de "Ley de la Evolución (Social)", que tiene que continuar la tarea de la evolución de las especies para dar lugar a una Sociedad perfecta y a individuos sobrehumanos que han quedado libres de todas las miserias del cuerpo y la inteligencia por medio de su propia acción (como pretende hacer el Veidt de Watchmen), no nos hemos zafado de la trampa primera: la huida hacia delante. No hay ningún adelante en garantía: sólo queda dejarse a la involución. La evolución no trae nada nuevo en el sentido en que a Moore le interesa.

3. Lo que acaso se tiene que anunciar no es, entonces, es el superhombre, la forma más desarrollada y más trabajada por la Ley del Progreso, el individuo en que mejor se ha alcanzado la progresiva individuación y formación del Yo a través del paso de un tiempo cronológico y meramente externo. No hay que ponerse objetivos, ni seguir aumentando el Yo para devolverlo allí donde estaría su origen, su matriz. Si hay un escape del avance del tiempo cronológico, éste queda siempre tras el embrión, en tanto está siendo recuperado por la memoria que viene de él; y este estado embrionario no es el antagonista del superhombre, no es el rival del protagonista de la evolución, sino la la forma vital en que no hay ninguna agónica proyección que exija "domar el futuro". No interesa la evolución, sino la vuelta a las formas originarias, a los primeros aleteos de la vida, al pasado de toda individuación. El recogimiento en eso es ya la gran recapitulación, la gran manera de evitarse el enredo en la agonía del futuro. Cuando al final de El Amnios Natal Moore se pregunta por el principio, por lo originario, después de haber recorrido la duración real de su biografía, acaba dando con la secuencia del ADN: "adenina, citosina, uracilo, guanina..." Pero tras la "escalera de caracol" del ADN (Serpientes y Escaleras) no hay conceptos con los que dirigirse al origen, sino una imposibilidad: "nuestros labios están... sellados". Así finaliza El Amnios Natal. [Esto es un tema propio de Henri Bergson, pero igualmente podría ser un tema de... ¿Proust?] Mientras tanto, él mismo había dicho, al hacer mirar hacia el futuro a sus personajes de From Hell: "Creo que va a haber otra guerra". El camino hasta el superhombre sería una mera prórroga de la huida hacia delante que ya se ha instalado, dolorosamente, en nuestras vidas, en nuestra duración real.


Ilustraciones de E. Campbell para las últimas páginas de El Amnios Natal (The Birth Caul).



4. Pues, como ya veíamos diciendo [véase El reinado del Super-Hombre], el culmen de toda evolución (biológica y social), el Mañana de la historia del Hombre, no tiene que traer, ni mucho menos, lo mejor (para nosotros) -especialmente cuando somos los parias. Los propios padres del Superman de 1938, los jóvenes Siegel y Shuster, antes de inventarse al "Hombre de Acero" le hicieron una primera cata al Super-Hombre y hubieron de asumirlo en su aspecto más ambiguo: podría ser la personificación de una lógica evolutiva despiadada que, al ir destilando una nueva etapa de la cerebración (de ahí, decíamos, que el Super-Hombre sea calvo, a diferencia del Homo Sapiens Sapiens), haría inevitable la implantación histórica de una racionalidad dominadora y terrible, que se deshará de cualquier residuo de la evolución social (pongamos: los parias, los débiles, los que no han sabido "estar en la vanguardia del desarrollo progresivo de la evolución biológico-social") al objeto de abrirse paso. Porque -y aunque no lo habíamos contado antes- lo único que impide al Super-Hombre, al final de esa historieta ilustrada, desencadenar una nunca antes vista guerra de todas las naciones modernas, es algo que parece la mano de la Providencia, si es que no es una casualidad: pues el extraordinario poder mental del Super-Hombre desaparece sin aviso en el momento más oportuno, y éste se ve obligado a asumir de nuevo su lugar en la "cola del pan", entre los otros "despojos humanos" de lo que para muchos sería la imparable marcha de la Historia. En esa historieta ilustrada los justos, aunque sean más débiles, no perecen bajo el reinado del Super-Hombre: y no ha sido necesaria la intervención justiciera del Hombre de Acero.  La operación circense que llevó a Siegel y Shuster a hacer una nueva presentación del Hombre del Mañana, a depositar en él sus esperanzas y ponerle el título de defensor de los oprimidos (tras dotarle de un músculo que al despiadado y manipulador Super-Man le resultaba innecesario) no repara el hecho de que el Mañana no traiga consigo ninguna garantía. Si ya la evolución de las especies era azarosa en la dirección, pero implacable al descartar a los individuos y perfiles inadaptados, la evolución histórica del género humano, de acuerdo con la mayor falacia sociológica del burgués británico del siglo XIX, tendría que llevarse por delante muchos pordioseros que podrían estar retratados en la Ópera de los Tres Peniques. ¿Tanto se merece el Hombre del Mañana?


5. En los últimos años, tras el "repliegue involutivo" que había propuesto en El Amnios Natal, Moore ha dicho algo más un tanto más inquietante sobre ese "Mañana", ese más allá del esquema de la evolución en el que se ha negado a tener parte: lo que trae, en caso de que insistamos en la huida hacia delante, es el retorno incontrolado y destructivo (por cuanto fue reprimido) de formas abandonadas y latentes, que siguen "llamándonos" hacia el mar desde el que salimos arrastrándonos, que nos recuerdan los nombres de dioses que gobernaron y volverán a gobernar la Tierra. Esas formas ancestrales "no-alcanzadas pero implícitas" son todo el mañana: eso es lo que se divisa al entrar en la meseta de Leng (The Courtyard) y ver doblarse el tiempo externo sobre sí mismo. Por eso hay un asesinato ritual que siempre deforma el cuerpo humano para darle forma de estrella de mar, sin manos ni cabeza. Los dioses que acabarán toda civilización, precariamente reprimidos, siguen saliendo a flote en los suburbios de nuestras ciudades, en la música juvenil, en la literatura de revista pulp, en el malestar preconsciente que repone los olvidos y que se agita contra las exigencias del Mañana más racional. Cuando Moore se ha permitido recoger las ficciones de Lovecraft, se ha tenido que poner de parte de los dioses olvidados: "han sido, son y serán". Al final de Neonomicon, deja que su protagonista juzgue así la historia de evolución del género humano:

-Fíjate en nuestra especie. Somos alimañas, prácticamente.
Da igual, ya lo solucionaremos cuando él [Chtulhu] llegue. (...)
Los extraños eones empiezan entre mis muslos, y para todo lo demás, para el resto de gilipolleces...
Es el fin.

¿Cómo, ante esta revelación, querríamos seguir adelantando el Mañana en los superhéroes? Y, puestos ya a dejar a Moore en su lugar de novelista que debe vivir de sus novelas, y por tanto, endiosarse, ¿es acaso menos inquietante el vaticinio de que "seguiremos adelante como Humanidad" (como diría Bertol Brecht) "cometiendo atrocidades"?

The Courtyard. El agente del FBI Aldo Sax, un personaje racionalista, se encuentra con lo sublime terrible, el antagonista invencible de la Razón (protagonista de la Historia). El mismo ímpulso dominador que le había llevado a intentar elaborar una teoría racional sobre una serie de asesinatos rituales aparentemente faltos de nexo se transforma, "por el retorno de lo reprimido", en la fuerza que le lleva a participar del descuartizamiento ritual que estaba investigando.

7 comentarios:

Cristian dijo...

El mundo de los super héroes me gustaba mucho de joven, hoy en dia no le doy tanta importancia. Sin embargo cada vez que me voy de viaje, me gusta obtener algun comic para disfrutar y como estoy por comprar Pasajes a Natal espero poder conseguir nuevas historietas

Patricia dijo...

¿El autor del blog lee lo que escribimos aquí?
Patricia

Joaquín A. F. dijo...

Ciertamente, la vanidad me compele a mantener un ojo sobre estas páginas. Veo los comentarios y los recibo con agrado.

Patricia dijo...

Joaquín, no encuentro tu dirección de correo y aquí no aparece ninguna. No sé si antes, al dejarte comentario te llegó la mía; si tampoco la tienes, te la dejaría en otro falso-comentario.
Hoy he encontrado en un cajón "Algunos apuntes sobre Watchmen". Los voy a poner junto al cómic y ya sí que sí recuperar aquella lectura que inicié hace miles de años :-) y quizá dentro de otros miles de años dejaré por aquí un comentario de los de verdad.
Envíame tu correo, please.
Patricia ("Ladrón de Bicicletas").

Joaquín A. F. dijo...

Hola, Patricia.

Acabo de enviarte un correo a tu dirección de Gmail.

Los apuntes que te pasé en su momento no pasan de ser un primer intento de situación. No tienen por qué interesar sólo a los lectores de las obras de Alan Moore, pero presuponen la lectura (y relectura) de Watchmen. Creo que aquí esas mismas cuestiones están presentadas de manera más comprehensiva pero también menos amistosa.

Quedo atento a lo que puedas decirme.

Joaquín "Flores de Fuego"

gabo dijo...

Que tal, tus artículos me parecen muy interesantes y me gustaría de repente utilizarte como fuente en algún trabajo. Para ello me gustaría que me digas cuál es tu formación profesional (si es que la tienes), así puedo aunque sea decir que quien escribió lo que cité es un "bachiller en X", etc. Si te interesa ayudarme te dejo mi correo gabvarca@gmail.com

Muchas Gracias :)

Dani Campoy dijo...

Muy buenas ilustraciones :D Te paso mi blog de ilustración y cómic, a ver que te parece y espero que lo sigas :D

http://danicampoy.blogspot.com.es/