miércoles, 1 de abril de 2009

Hugo Danner, o el hombre que pudo ser Superman (I)

[Gladiator. Una novela casi superheroica entre los libros de un enmascarado retirado.]

Si no tienen prisa, hoy abriremos uno de los libros que podemos encontrar en las viñetas de Watchmen. Sobre una mesa del apartamentito de Hollis Mason (Búho Nocturno I), junto a una estatuilla dorada que es manifiestamente parecida a una figura de Superman que vi no sé dónde, encontrarán un ejemplar de la novela Gladiator de Philip Wylie, publicada en 1930 en Estados Unidos. Recibida y distribuida en principio como una pieza de la más efímera literatura “pulp“, esta novela breve ha quedado conservada, antes que como muestra de los orígenes de la “literatura anglosajona de quiosco“, como una de las claves de la puesta en marcha del género superheroico. Ante las dudas sobre si la lectura de Gladiator por parte de Joe Shuster y Jerry Siegel tuvo algún papel en la composición de las historietas de Superman, nosotros afirmamos con decisión: “¡así fue, y fue así, y punto en boca!”. Y en efecto, si revisan la presentación de las “potencias milagrosas” del Superman de ACTION COMICS (véase el vol. I de Los archivos de Superman en Action Comics) encontrarán allí claras adaptaciones de pasajes concretos de la mencionada novelita, pasajes que les invitamos a descubrir por sí mismos y en los que, variando algunos nombres y circunstancias, está ya trazada la plantilla de muchas de las primeras intervenciones (milagrosas) del Hombre de Acero. Del mismo modo, la propuesta de (fingida) explicación (para)fisiológica del origen de los “atributos milagrosos” de Superman, ilustrada en la primera página del nº 1 de ACTION COMICS mediante una comparación de sus tejidos corporales con los de una hormiga “que levanta muchas veces su peso“ o un saltamontes “que salta el equivalente a un edificio de veinte plantas“, está en deuda con unas líneas tomadas al pie de la letra de los primeros capítulos de Gladiator [véase en el cap.I de Gladiator].



Otros pasajes de la novela, justamente aquellos en los que más tendríamos que detenernos -y nos detendremos en ellos más adelante-, son aparentemente descartados por los “padres de Superman”, quienes supieron retirar e introducir en el planteamiento de Wylie aquello que era necesario poner o quitar para producir algo nuevo y apropiarse de esas “potencias milagrosas” -una por una, las mismas que se confirman bajo el traje de Clark Kent en sus primeras aventuras- para su “Hombre del Mañana“. De este modo, Siegel y Shuster llegaron a destilar el principio del género superheroico desde el planteamiento de una novela cuyo protagonista, contando con las mismas “potencias milagrosas“ del Hombre del Mañana [su “exceso“ de potencia muscular, su piel invulnerable, sus sentidos y reflejos extraordinariamente agudos, etcétera], no ofrece ni pretende ofrecer una figura moral que se parezca, remotamente, a la de un superhéroe. Esos pasajes silenciados de Gladiador son, precisamente en lo que disimulados y por eso mismo escondidos como el “corazón delator“ de Poe en el subsuelo del género de superhéroes, los que más nos podrían interesar aquí, cuando les hemos prometido a ustedes hallar en Watchmen algo así como una genealogía de la ficción superheroica. Dando sólo un paso más hacia la completa invención, podríamos afirmar que, en buena medida, sobre los personajes de Watchmen vuelven a caer, después de haber estado ocultas -disfrazadas- bajo los disfraces de los superhéroes, las indecisiones y las carencias que impidieron a Hugo Danner, el protagonista de Gladiator, transformarse en el “Hombre del Mañana“. Por tanto, leer Gladiador como una de las fuentes de Watchmen es, desde nuestro punto de vista, volver a mirar el conjunto de las ficciones superheroicas con los ojos de quien, bien por haber llegado antes o bien por haber llegado mucho después, no queda atrapado en ellas, sino más bien apartado del “juego de trileros a partir de verdades sobre uno mismo y el mundo“ en el que la ficción acaba tomando el valor de una “superverdad“, una verdad más “valiosa” que las pequeñas verdades a las que podemos atenernos sin fingir [véase nuestra Introducción (I): Watchmen y el alter ego superheroico].

El viejo Mason conserva junto a una copia de su Bajo la máscara ese ejemplar de la novela en cuestión, quizás entendiendo que en ésta se encuentra la continuación -o el antecedente- de su examen, en clave biográfica, de la llegada de los héroes disfrazados a los Estados Unidos de finales de los 30, así como del final de su participación personal en esa “mascarada“ -una mascarada que romperá, precisamente al pretender tomarlo como referencia y sostenerse sobre él, el significado de los cómics de superhéroes, o que a la inversa, quedará desarmada por el carácter fantástico de su propio anclaje, cuando el disfraz venga a pedirle cuentas a Mason en el momento de su muerte. Siendo Bajo la máscara un intento de hacerse cargo de la historia de los justicieros enmascarados posibles -y posibles más allá del papel de los cómics de superhéroes, aunque sea en un “más allá” situado dentro de las viñetas de Watchmen-, la novela de Wylie, que contiene el más visible precedente ficticio de los superhéroes, permite completar a otro nivel lo que la autobiografía de Mason deja pendiente: acudir a las fuentes (literarias) de la ficción superheroica, precisamente después de que, en la revisión desde la madurez de sus años como enmascarado, Mason haya confesado que su adopción de la “identidad enmascarada“ fue facilitada y conducida, precisamente, por la llegada de los cómics de Superman en 1938 y por la seducción que sobre él ejerció el concreto juego de ficciones al que esta ficción empujaba al lector, ficciones principalmente tejidas en torno al cambio de papeles entre un “yo aparente“ y un “Yo pleno (verdadero)”:
"Para mí, todo empezó en 1938, el año en que inventaron los superhéroes. Era demasiado mayor para leer cómics cuando salió el primer número de ACTION COMICS (...). (...) [D]esde el momento en que puse mi mirada encima suyo, sólo tuve ojos para la historia de Superman. Allí se presentaba la moralidad básica de las historietas "pulp", pero sin su oscuridad y ambigüedad. (...) De cualquier forma, aunque en ocasiones convencía a algún jovenzuelo para que me dejara el último número de la historieta en cuestión, y luego me pasaba toda la tarde saltando de edificio en edificio dentro de mi cabeza, mis fantasías seguirían siendo fantasías hasta que abrí un periódico durante el otoño de ese mismo año y descubrí que los superhéroes habían escapado de su mundo de cuatro colores y habían invadido el plano y factual mundo en blanco y negro de los titulares." [Véase el pasaje de Bajo la máscara reproducido como apéndice del número I de Watchmen, especialmente las pp. 5 y 6, correspondientes a su capítulo segundo]

Pero, ¿qué tiene que aportar una novela, justamente aquella novela que ahora podemos leer como la novela sobre “el hombre que pudo ser Superman, y por alguna razón (o falta de razones), no lo fue“, a la biografía de un enmascarado retirado que nos está declarando, tragándose todo sentimiento de pudor, que se vistió de Búho Nocturno precisamente para intentar continuar como protagonista -en la ficción del disfraz- las ficciones de Superman en las que había tomado parte como mero espectador? ¿Por qué conservar la novela Gladiator, si desde el punto de vista de la ficción superheroica, ésta ha de tener algo de obscena, toda vez que su protagonista, a pesar de contar ya en 1930 con los mismos “atributos milagrosos“ que el Hombre del Mañana, resulta incapaz de asumir a su debido tiempo la empresa “contra la injusticia, el mal y en defensa de los débiles“ que desde 1938 ocupa a los superhéroes?



Gladiator, la novela sobre la vida errática de Hugo Danner, es una novela “peligrosa” para el género de superhéroes y su “verdad” en la misma medida en que está extrañamente cerca de éste, y sin embargo, fuera de su régimen. Señala el lugar donde hay que “dar un pequeño salto” para encontrarse de pronto dentro del género superheroico, y de esa manera, llama obscenamente la atención sobre la decisión o el “plus“ de ficción que separa y funda la escena superheroica y le otorga una voz propia. “¿Qué le falta o le sobra a Hugo Danner para convertirse en el primer superhéroe?” es la pregunta que, retrospectivamente, deberíamos hacer para que ese “plus” de ficción del que requiere el género superheroico comience a revelarse como el negativo de una fotografía.

2 comentarios:

Dani Gómez dijo...

Así que estás haciendo una tesis doctoral sobre Watchmen... Yo estoy haciendo lo mismo pero desde una perspectiva histórica (básicamente analizar la ucronía en Watchmen)... Estaría bien que compararamos enfoques, cruzáramos bibliografías, etc. Nos podemos utilizar mutuamente como sparring de ideas. ¿No te parece?

Joaquín A. F. dijo...

Dani,
Te respondo en público para hacer una importante aclaración ante todos los lectores de estos cuadernos: soy, en efecto, estudiante de doctorado de la Universidad Complutense, pero el tema que orienta mis investigaciones académicas no tiene que ver -al menos de modo inmediato- con WATCHMEN. Sí es cierto que en esas investigaciones, que se orientan a la crítica de la idea de "Sociedad de la Información" y la realidad de los cuerpos humanos en su contexto, intentaré tener presente, como a un interlocutor más, al guionista Alan Moore, al que considero uno de los escritores más dotados -como interlocutor "platónico"- que hayan pasado por el arte del cómic. Empero, lo que haga en este falso blog no tendrá ni la talla ni la forma de un trabajo académico, sino de algo que, en cierto sentido, puede resultar, por sencillo, más adecuado al comentario de una obra desde el punto de vista de los -o "las"- temas de uno de sus autores y el mundo de sus lectores inmediatos: se trata de que estos cuadernos sobre WATCHMEN me permitan discutir, como aficionado -solo así-, algunas tesis e ideas de alcance filosófico que -creo- no pueden dejar de estar presentes en la ficción de WATCHMEN, y menos aún cuando en esta obra, según la lectura de la misma que comparto, se puede encontrar una respuesta polémica al sentido de las figuras superheroicas en el contexto del siglo XX.
Tanto se separan mi tarea académica y mis entretenimientos como aficionado que, en próximos meses, tendré que hacer un silencio en estas páginas para dedicarme exclusivamente a completar la primera.

Sobre si mis puntos de vista y bibliografías pueden de alguna manera enriquecer tu tesis doctoral -de la que, espero, nos adelantarás algún en tu blog- hablaremos a través del correo electrónico.

Un saludo,
Joaquín