Hoy nos vamos a limitar a hacer una sugerencia de lectura
breve, de modo que, quien se vea conmovido por estas cuestiones, no pierda de
vista el hilo sutil del problema del tiempo entre las tramas del Sr. Moore.
Muchas son las vueltas que el asunto del tiempo ha recibido entre el capítulo
“Relojero” de Watchmen y las obras
posteriores de Alan Moore & Cía., llevando al límite la capacidad del cómic
para señalar en las viñetas de una página, por analogía, la simultaneidad de
los pasados, presentes y futuros en la perspectiva de la eternidad. La pregunta
“¿Qué es la cuarta dimensión?”,
presentando una idea del tiempo propia del Urizen del compás y la plomada
retratado por William Blake, da lugar en From
Hell a un capítulo iniciático de una misión divina, un episodio biográfico
del Dr. Gull en el parece no estar ocurriendo nada y en el que sin embargo, el
carácter del protagonista se prepara para el encumbramiento final en “La
ascensión de Gull” –un rapto metempsicótico en el que su alma se manifiesta en diferentes
formas horrorosas a lo largo de la historia de Inglaterra-; mientras tanto, en The Courtyard y en Providence (véase especialmente el capítulo inspirado en los “Sueños en la casa de la bruja”), la
misma cuestión, sin necesidad de formularse más que a través de la estructura gráfica
de las viñetas y la narrativa, da lugar a una supresión de la lógica que anula
la capacidad del protagonista / narrador para sobreponerse al horror cósmico,
dándole un nuevo giro (siniestro) a aquello que les ha venido aconteciendo bajo la ilusión de estar ellos
queriéndolo hacer. El tiempo como una suerte de espejismo (o broma), en efecto,
es una idea que va rodeando (pero efectivamente,
rodeando) cada uno de los intentos de Moore por plantarse con sus personajes entre
la eternidad del Dios y la composición y quiebra del yo protagonista como una
gran impostura.
Tanto a C.G. Jung como a Moore -sea ya gracias a las
doctrinas teosóficas paridas por el final del siglo XIX (“el año mágico de
1888”), sea ya por el revival erudito
desatado por el hallazgo en 1945 de la colección de escritos gnósticos antiguos
de Nag Hammadi- les ha parecido de alguna importancia el tema del Dios de los
gnósticos, una contrapartida para minorías del Dios de la Cristiandad que se va
perfilando en los primeros siglos de existencia de la Iglesia católica, y que
en múltiples aspectos (Demiurgo, Ialdabaoth, Samael, etc…) llega hasta el
pensamiento moderno y el ocultismo de la llamada “Filosofía Natural” heredera
de la alquimia, en los tiempos de Huygens y Newton, Swedenborg y Kant, con La Gran Restauración de F. Bacon a la
vista. Por esto y por la relevancia de las corrientes gnósticas en la tradición
mágica antigua y moderna, no creo que en estas incursiones podamos evadir por mucho más tiempo el asunto de la cuarta dimensión, aunque estemos, como siempre, volviendo a las
páginas de Watchmen, donde –al menos
en apariencia- no parece haber ningún tipo de interpretación mágica del
deambular de Jon Osterman (Dr. Manhattan) entre los acontecimientos de su vida sub specie aeternitatis. Con este
interés, que hoy se queda en poco o nada, dejo aquí las aquilatadas y reposadas
palabras de Ireneo de Lyon, santo y obispo católico, en Contra las herejías, palabras que bien parecen haber sido escritos
para la eternidad, pero no desde luego para la eternidad que se asoma en las
obras de Alan Moore:
“Además, el Demiurgo quiso imitar la ilimitación, la eternidad, la infinitud y la intemporalidad [de los primeros Eones] (…) pero no pudo imitar su esencia eterna e inmutable, ya que él mismo era sólo el fruto de una deficiencia. Entonces expresó el ser eterno (…) en períodos y series de numerosos años, pensando imitar, gracias a la multiplicación del tiempo, la infinitud [de los primeros Eones]. Entonces se le escapó la verdad y siguió la mentira. He aquí por qué su obra deberá ser destruida al final de los tiempos.”
Esta presentación cómico-negativa del tiempo como la
manifestación imitativa, paródica, versión torpe y deforme de la
eternidad, una falsificación o errancia por medio de la cual un Ordenador del
cosmos chapucero, incapaz de compartir la
auténtica divinidad, impone al mundo
de los vivos una estructura que lo hace cambiar entre el antes, el ahora y el
después - añadiéndole así una variable más que le resulta necesaria para
imponer su poder limitado sobre el en sí caótico mundo material- es una maniobra propia de las doctrinas
gnósticas; y habría que ver cómo esta misma idea negativa del tiempo, que es
una crítica radical del Dios creador del mundo material, permite darle una
justificación filosófica (pero metafísica) a la práctica de la magia, ritual y
no ritual, que haría de las diferentes variantes del gnosticismo la matriz
ideológica más atractiva para los que se llaman “magos”. Aunque eso será más
adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario